top of page
Search
Writer's pictureentre parentesis

En tu pelo, la huella de la harina, te hace más bella. Es una tarde invernal. La calabaza verde nos regala la pulpa imprescindible, la harina como la nieve va acunando al zapallo y comienza el idilio, la comunión, el rigor que da calor, que va gestando la masa esponjosa, aderezada con la manteca hirviente, la levadura.

En medio de latas, entonando la batucada del cielo, algún trueno curioso se asoma. La masa vapuleada reposa y se entibia en el reiki mágico de las manos amadas.

Luego, el uslero tiende la masa como alfombra olorosa, para que vayan surgiendo, como lunas llenas, las prometedoras compañeras de la lluvia.

Ya el aceite hierve, algún relámpago queda ignorado por el sortilegio de la cocina. Van cayendo las redondas sopaipillas hasta salir bronceadas, olorosas, apilándose mientras la tetera suena convocando a cebar mate, a la ceremonia de escuchar en los inviernos, relatos milenarios.

Las constelaciones se rinden al embrujo y en torno a la mesa de madera se convocan las generaciones para el culto a la vida, frente a un invierno conmovido que se va retirando.

El aroma de las sopaipillas sumergidas en el almíbar de chancaca, anuncia el penúltimo manjar de los dioses.

El último será escuchar ese nuevo cuento que nace de las cocinas blanqueadas de harina y de sueños, en los días de lluvia.




10 views0 comments
Writer's pictureentre parentesis

Orquídea negra pediste

como espejo de tus penas.

Ni orquídea, ni amor, ni nada,

olvidarme es tu quimera.


Apenas supo mi piel

distraerse por tus llantos,

apenas, quizás, si hurté

pasiones a tu quebranto.


Ni orquídea negra, ni nada,

despechos acumulados,

como negrura de vino

mi desamor fue llagando.


A solas con tu rencor,

con el pecho deshojado,

morena sangras, orquídea.

No habrá perdón, no habrá nada.




4 views0 comments
Writer's pictureentre parentesis

La risa me la han robado,

La anclaron a dos pirámides de hielo

en medio de arenas y cactus.

De nada sirve la mueca,

mi risa está cautiva

a los troncos humeantes

de un dolor contiguo.


Mi risa exprime sus últimos cartuchos

para reventar el siglo.

Mi risa vende sus dientes

en remates de marfil de mala clase.

Escudriña las arrugas de mis ojos,

o busca

la comisura de mi boca

para instalar su cabecera de playa

en el lunar izquierdo.


Pero se entrampa, claudica.

La carcajada que dispara

es fofa tosecilla censurada.

Remiendan los ojos sus miradas.

Son diques cautelosos

para explorar nuevamente el sol.

Al final

me río de mis desreíres,

de mis disfunciones humorísticas.

La risa engrillada se persigna

en el reclinatorio de esta noche larga

y fragua escapatorias contagiantes.


Usa cilicio masoquista,

se ríe de sí misma

y, vestida de fábulas y cuentos,

asume

la farándula diaria

de sobrevivir.




3 views0 comments
bottom of page