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Foto del escritorNedazka

El día de los muertos


La tradición del Día de Muertos viene desde nuestro pasado prehispánico. Las antiguas civilizaciones que poblaron lo que hoy es México honraban la muerte como una consecuencia de la vida y parte del ciclo de la naturaleza.

El culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura, cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate (manta que se usaba para dormir) y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán. De igual forma le colocaban comida que le agradaba en vida, con la creencia de que podría llegar a sentir hambre.

Las comunidades indígenas acostumbraban a conservar los cráneos de los fallecidos y utilizarlos para rituales en los que se honraba la muerte y se celebraba el renacimiento.

La fiesta se conmemoraba en el noveno mes del calendario solar y duraba hasta un mes entero. En la celebración, se le rendía pleitesía a la diosa Mictecacíhuatl, que en castellano significa 'Dama de la Muerte'.

La llegada de los españoles a América en el siglo XV representó una modificación a la festividad. En un intento de los conquistadores de convertir y acercar a los nativos hacia el catolicismo, se movió la fecha del ritual para que coincida con el Día de todos los Santos y todas las almas, el cual forma parte de la tradición católica y se celebra cada año el 1 de noviembre.

El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.

Cada año muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.

Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en apocas indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte.

La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino. En la antigüedad este camino llegaba desde la casa de las familias hasta el panteón donde descansaban sus seres queridos.



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