Anita está en el corredor mirando al infinito, sin ver.
No ve a las señoras frente a ella, también perdidas en sus mentes, desde la mañana está esperando a alguien, no recuerda bien.
Es la música que han puesto, canciones de Navidad, es ese adorno que vio pasar en la mano de la auxiliar.
No tiene memoria de cómo llegó aquí, es como si el Hogar hubiera sido siempre, pero hoy tiene la sensación de esperar a alguien.
Está sentada en el corredor, sentada mirando ansiosa, mirando con ojos grandes, ésta vez vendrá.
Su mamá la había levantado temprano, le puso ese vestido divertido lleno de animales, el árbol de Pascua brillaba contra la ventana, él va a venir, cómo no, es Navidad, seguro le trae un regalo, va a venir sólo hay que esperar.
La auxiliar la quiere llevar a la pieza, no quiere, hay que esperar, alguien vendrá, la dejan y siguen armando el árbol en el corredor.
Ya no hay luz en la calle, los animales del vestido son menos divertidos, los zapatos nuevos están en el suelo, balancea los pies y mira la punta gastada de los calcetines, su abuelita le dice que venga a comer, ella no quiere, hay que esperar, su madre la mira callada y le trae unas galletas, Anita va a esperar.
La auxiliar insiste, es la única que queda en pie de su sector, las luces del árbol se ven tan bonitas, al final la llevan entre dos, no puede ser, ella sabe que tiene que esperar, la acuestan, pero no se va a dormir, seguro llega más tarde y no puede estar dormida.
La madre y la abuela discuten, dicen que su padre es un infeliz, que de nuevo la dejó esperando, que no da un peso, que al menos hoy por Navidad pudo venir.
Anita espera, llora callada con la nariz pegada al vidrio de la ventana, en la televisión cantan villancicos, mira los animales mojados de su vestido y espera.
Está oscuro, se sienten las voces de esas señoras que nunca duermen y hablan solas a seres ausentes, Anita ha hecho un esfuerzo por estar atenta, pero pasa la última guardia y nadie ha venido, quizás ya no deba esperar.
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