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Foto del escritorPaulina Correa

Cascanueces / PAULINA CORREA


En el frontis del Teatro Municipal hay una batalla campal. Hombres arrastrados por la policía a los carros celulares, mujeres y niños gritan, es el caos.

Un soldadito de plomo da de puñetazos a un músico, nadie logra separarlos, es víspera de navidad.

Esa mañana los boletos para Cascanueces lucían ya sobre la mesa del comedor, la función de Navidad era un rito que a ambos se les había impuesto de niños.

Entonces les tomaban fotos junto a los feroces ratones en el hall del teatro, debían socializar con hijos de amigos y conocidos, aprender a ver y ser visto.

Se conocerían años más tarde, pero estaban habían estado ahí al mismo tiempo, como todo el mundo que es alguien en la sociedad santiaguina.

Decidieron que ahora ese era el mejor momento y lugar para asumir públicamente su decisión. El vestuario había sido elegido cuidadosamente, todo impecable.

Ingresaron al teatro con un aire de satisfacción, radiantes, un halo de belleza y alegría los iluminaba, en el foyer saludaron a todos y cada uno de sus cercanos, comprobaron con emoción que había una cantidad relevante de parientes de ambos.

Están los críticos de espectáculos, la prensa de sociales, tomando nota para el diario de los pequeños asistentes y sus familias, esos niños que serían luego la juventud dorada local.

Aparecieron sus padres y hermanos menores, familias felices, los saludaron desde lejos.

Sonó el primer llamado, la gente comenzó a entrar bajo el calor del verano, los acomodadores se desplazaban presurosos entregando el programa.

Se miraron, aún podían arrepentirse, se quedaron rezagados, tras el segundo llamado, entraron al final. Con paso decidido avanzaron por la alfombra roja, habían calculado el intervalo hasta el comienzo de la función, ahí estaba todo Santiago, de un salto ágil subieron al escenario, cientos de rostros conocidos los observaban.

Miraron a los palcos de sus respectivas familias, saludaron levemente y tomados de las manos se besaron apasionadamente ante la concurrencia espantada.

Un segundo de silencio helado, luego un golpe que los separa, gritos, la gente toma partido, se pelean en los palcos, Carabineros llega y en medio de la trifulca no distingue a que caballeros hay que llevarse por faltas a la moral.



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