APERTURA
El médico me mira, pone un tono forzado de calidez y me dice que tengo cáncer.
Mi mente queda ahí, en esa palabra, vuela sobre mil escenarios, cáncer, él sigue su monologo, un formato de protocolo, cuando vuelvo a prestarle atención pone frente a mí un papel que debo firmar, una notificación de que mi vida acaba de cambiar.
No siento miedo, aún no siento nada, él sigue su rutina, mil veces hecha, dibuja como será el corte en la mama, habla del avance, los tratamientos, la posibilidad de la muerte.
Miro su rostro, debe tener diez años menos que yo, sus manos cuidadas de cirujano, el delantal con su nombre bordado, la sonrisa de dientes perfectos, en minutos ha pasado a llamarme por mi nombre, con un tono entre paternal y cómplice. Alcanza su agenda, deja a la vista su reloj, me distraigo en su diseño, es exclusivo, pienso en cómo voy a pagar todo esto.
Pregunta por las mujeres de mi familia, por la enfermedad, veo el rostro de una tía, recuerdo los comentarios, el aire de pena al hablar de ella, el secreto, la manera en que todos evitaban la palabra cáncer, no quiero ser ella, la última vez que la vi era una mujer distinta a la que jugaba conmigo, sus ojos perdidos en un rostro cetrino, su cabeza ya sin ese pelo tan parecido al mío, sin ánimo, agotada por los tratamientos.
Aún no llega el pánico, todo empezó con un control, algo más de la lista de cosas postergadas en cuarentena. Esa mañana. Mientras me tomaban los exámenes mi mente estaba lejos, anclada en los problemas, que creía, eran el centro de mi vida, entonces en pantalla, el hallazgo, la voz de la mujer que me decía que tendría que hablar con el doctor, la urgencia, en un segundo, la mirada de la asistente que cambia.
Como una mala telenovela esperan que me vista y me indican una silla, al parecer es para estos casos, porque los que pasan me miran distinto.
Repiten el examen, me conducen a la consulta, le indican a la secretaria que soy la persona por la que han llamado, todo indica que algo está muy mal, sin embargo, aún no ciento nada.
La puerta se cierra, tengo en la mano varias órdenes de examen, mi copia de notificación GES, me operan el martes, recuerdo todo lo que iba a hacer ese día y los siguientes, entonces ahí me doy cuenta de que nada es lo mismo y por fin me pongo a llorar, suavemente, en silencio.
SEGUNDO
El agua tibia corre por mi cuerpo, la frente pegada al azulejo, siento que vengo de correr por horas, pienso que es solo el comienzo. Trato de rehacerme ahí, bajo el agua, solo sé que tengo la firme intención de vivir.
Salgo y quedo frente a mi imagen en el espejo, la misma de la mañana, pero yo ya tengo otra mirada.
Recorro con los dedos mi pecho, la curvatura de sus líneas, busco el punto en que está el tumor, repito el dibujo de la cirugía, lo cubro con la palma de la mano simulando la ausencia de mi propia piel, la imagen aparece desbalanceada, un puzle sin una pieza, imagino la cicatriz, el espacio plano, entonces, me arropo en la toalla como cuando era niña.
Pienso en ti y trato de imaginar tu mirada en mi cuerpo desfigurado, recuerdo tus manos recorriéndome y me pregunto si podrás seguir amando esta versión mía, sé que me quieres, pero detrás de la cicatriz está la amenaza de la muerte, una pelea que se inicia contra la enfermedad, siempre has estado a la altura de todos los problemas, pero esto, es mucho más.
En un escueto listado he puesto aquellos a los que voy a informar, a mi edad la lista debería ser más extensa, pero fueron mis decisiones, mi vida.
Ahí, al inicio está tu nombre, dejé un espacio y luego escribí el resto, es que en realidad eres el único que importa.
TERCERO
He tenido unas horas para preparar el modo en que te lo voy a decir, pero cuando llegas me cuesta empezar, pasamos por lo cotidiano, comemos, me cuentas de tu trabajo, me levanto, retiro los platos, te veo desde la cocina, miro tus ojos, te tengo fe, sé que todo irá bien.
Con los papeles en la mano empiezo a narrar todo, me sorprendo copiando el tono del médico, dándole un aire neutro, mientras muestro el dibujo, hablando rápido de los costos, de las estadísticas, evadiendo mis sentimientos, mis temores y los tuyos.
Estás callado, yo no dejo que haya silencios, sigo explicando la inmunoterapia, la quimio, en un momento te levantas y suavemente me abrazas, siento un ligero temblor en tu cuerpo, entonces nos quedamos así sentados en silencio, pones tu mano con suavidad en mi pecho, acaricias mi mejilla, me dices que estamos juntos en esto, que vamos a salir adelante.
Cae la noche y no puedo dormir, mi mente sigue conectada, siento que me abrazas y me hablas con ternura, en medio de la oscuridad veo tus ojos dulces y siento tus manos acariciarme levemente, con una suavidad increíble me haces el amor, al final me dices que siempre seré tu mujer, tu compañera, que lo que hagan a mi cuerpo no cambiará nada, deseo en el fondo de mi alma que sea verdad, y por fin me duermo en tu abrazo.
CUARTO
Estoy esperando que me lleven a pabellón, los minutos parecen eternos, me han chequeado ya dos veces, recorro los detalles del muro una y otra vez, siento el rumor de la calle al otro lado de la ventana, la gente que sigue con sus vidas, como yo hacía, sin valorar cada instante.
Te han dejado acompañarme solo hasta el ingreso, los dos fingimos calma, me abrazaste, no dijimos nada, la noche anterior vaciamos el alma, ahora sola en esta habitación fría y ajena tu recuerdo me da algo de tibieza.
Se abre la puerta y entran la camilla, siento por fin que lo que está pasando es de verdad, me llevan por pasillos llenos de rumores, rostros que no me ven, quisiera irme de aquí, escapar pero ya no puedo, las puertas se abren y entramos a pabellón, me alzan como a un bulto, quedo sobre una mesa helada, veo rostros enmascarados, gente en batas, unos monitores que iluminan los rincones, el cirujano se acerca, me dice algo que no entiendo tras su mascarilla, un hombre me dice que es el anestesista, no alcanzo a responder cuando el mundo se apaga.
QUINTO
Es una pesadilla, la misma de mi infancia, corro, un precipicio se abre frente a mí, trato de aferrarme a la nada, una mano toma la mía. Siento la nausea, abro los ojos, la enfermera me calma, una vía en mi mano se suelta, la colocan, me dicen que no hable, me toman los signos vitales, los rostros sin expresión, para ellos esto es de todos los días, se van, una cortina verde rodea la camilla, pienso en mi pecho, tengo la sensación de que todo está igual, pero sé que no es así, intento llevar mi mano a mi cuerpo, buscar el rastro de lo ocurrido, pero no puedo.
La nausea persiste, no logro dormir, de nuevo la habitación blanca, fría, me controlan, me inyectan, cedo al cansancio, al despertar todo está en penumbra, el médico llega, me habla de nuevo en el tono adecuado, me dice lo que ya sabía, explica detalles que no oigo, él ha ya ha hecho lo suyo, mis preguntas él no puede responderlas, tampoco puede contener mis miedos, me muevo y por primera vez siento la ausencia de esa parte de mi que ya no es, el médico sigue hablando en su jerga, sigue en su mundo, yo ahora estoy haciendo un duelo que él no entiende, no puede, no es mujer, no está acá mutilado, no tiene temor a la muerte, cree que le puede ganar, ojalá sea así, ojalá de verdad al menos la pueda retardar.
SEXTO
Han pasado los meses, ante el espejo reviso cada detalle, sigo el curso de la cicatriz, la imagen dividida en dos por la ausencia. Al peinarme, un mechón cae, me observo, tomo la máquina de afeitar y repaso mi cráneo hasta que es un campo limpio y redondo, debo aprovechar que tengo ánimo para tomar pequeñas decisiones, los tratamientos me llevan desde el desánimo a la irritabilidad, así debo concentrarme en los momentos buenos, lo pocos que hay.
Volví a trabajar, todos me miran con distancia, la gente evita la tristeza, es natural, algunos me saludan con cariño, me ofrecen curaciones naturales, los oigo, les agradezco, esa energía se traspasa, al final entiendo que mi mente ayuda a mi cuerpo y trato de imaginarme mejor.
Agradezco tu ternura, la paciencia cada vez que mi dolor se vuelve enojo, el amor que hay en tu abrazo para lo que es hoy tu mujer, los pequeños gestos que me dicen que aún así, soy tu mujer.
Estoy yendo a una psicóloga, alguien que tiene más pacientes como yo, sin embargo que me oye con la atención de un caso único, me está enseñando a curar mi alma para curar mi cuerpo, a encontrar paz.
SÉPTIMO
Estamos aquí solos en nuestra habitación, recorres con la punta de los dedos mi cabeza, mi cabello ha comenzado a crecer, hoy me han controlado, estamos celebrando, tenemos esperanzas, eso es suficiente, mi cuerpo se ha estabilizado, sonrío, te hablo de planes para los meses que vienen, soñamos, volvemos a soñar, apostamos a ahuyentar la muerte, me abrazas, nos perdemos en las sabanas, recupero la energía de estar juntos, me acepto y me permito ser feliz, sanar, reír, no bajo la guardia, estaré para siempre en alerta, pero me voy a permitir ser feliz.
Comentários