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Foto del escritorPaulina Correa

Ligera

Uno


Seis de la mañana, ha pasado la noche esperando que amanezca. Se levanta, busca un traje de baño, hace años que no usa, al final se pone ropa interior, una bata y sale del departamento.

El pasillo está oscuro, los vecinos duermen, toma el ascensor, desvía la vista del espejo, al bajar a lo lejos siente pasos del conserje, se mueve rápido por el corredor que conduce a la piscina, sus pequeños pies amenazan con tropezar, se afirma del muro, del barandal, de unos arbustos, finalmente llega al patio interior.

Parada al borde de la piscina se produce un momento de indecisión, calcula los movimientos, su imagen se refleja en el agua, se saca la bata, da el primer paso, el agua acaricia el pie, la sensación está llena de recuerdos, luego solo se sumerge, el cuerpo tiene memoria, da giros, va, vuelve, no hay gravedad, se da impulso y llega hasta el fondo, el cielo se ve hermoso desde ahí.

Ha pasado una hora, los pensamientos recurrentes se han ido, siente músculos que no movía hace mucho, el frío y el cansancio la llevan a la orilla, mira las ventanas de la torre, todos siguen dormidos. Se levanta, pisa el primer escalón con la confianza ganada en el agua, sube el segundo y pierde el equilibrio, cae de bruces, el abdomen se golpea contra las baldosas, su cara queda a centímetros del cemento, se afirma sobre las palmas de las manos y se reincorpora sobre sus rodillas, una tiene rasmillones que sangran, se afirma de la reja y con esfuerzo logra pararse, esta vez no se ha quebrado nada, el retorno va a ser trabajoso, mira el espejo de agua, sonríe y deshace camino.

Al subir se cruza con un hombre y su perro, siente la mirada crítica, pero esta vez no le importa, tampoco las charcas que va dejando a su paso, la mañana es la mejor en mucho tiempo, se ducha, mira por la ventana la piscina, busca un calendario, marca el día, mañana volverá a bajar.


Dos


Quiere cortar la comunicación, fingir que internet se ha ido, dejar hablando sola a la mujer, que ,en pantalla, hace un monologo lleno de lugares comunes, la mano se acerca al mouse, va a hacer click, mira a la rubia en su delantal blanco, parece más una modelo que una doctora, la quieren operar, desestiman otros métodos, un caso mórbido, piensa que la mujer no la ha visto en persona pero que igual se permite presumir cosas de su vida, que diría si supiera que solo se ha podido poner una polera, que nada en la piernas le entra, le dice que seguro come a destajo, que los azucares, que puede morir de un infarto, que va a necesitar ayuda psiquiátrica, que debe hacer gimnasio y nutricionista, que su vida va a cambiar, que va a ser feliz, en ese punto del discurso el asunto se vuelve gracioso, feliz, que podrá significar eso para la rubia, que podría ser para ella, seguro cosas muy distintas, resiste la tentación de reír porque le aumentarían las horas de apoyo psicológico, tras el computador está el refrigerador, casi vacío, no se prepara nada porque no hay tiempo, tiene que estar conectada y cumplir con los indicadores, las metas, en la despensa hay bolsas de galletas de agua, de avena, arrocitas, tarros de atún, tarros de cholgas, cosas todas que se abren y se tragan mientras sigue digitando, porque no están los tiempos para perder el empleo, el tránsito al baño o dormir es siempre con el celular en la mano, nunca se sabe cuándo un mensaje, un requerimiento pueda entrar, la rubia insiste en que debe hacer cardio cuatro veces a la semana, que ahora aproveche que los gimnasios han abierto, que no evada, que ni se imagina todo lo bueno que la espera, en la mesa el celular se mueve, un mensaje entra, lo lee, abre el correo. contesta, mientras en el audio la doctora sigue explicando la endoscopia, la cirugía, la altura del corte, los suplementos alimenticios, lee con calma lo que ha escrito, envía y vuelve a la consulta, en cámara la mujer le muestra un modelo del estómago desarmable, desprende lo que sacarán, piensa que si tuviera un pantalón que ponerse podría salir a caminar, al menos al terminar la oficina, quizás darle la vuelta a la manzana, claro con el celular escondido, así si llega algo contesta desde el portal de un edificio, pero eso es exponerse a un robo y en su condición no podría correr o resistirse, conseguir un pantalón, en algún lugar tiene unas zapatillas, si pudiera agacharse al punto de alcanzar el fondo del ropero, la rubia está explicando que tras la primera intervención está la opción de una cirugía reconstructiva, que habría que ver con su seguro si lo cubre, porque no la quiere engañar, la baja abrupta deja algunas huellas, busca en google, de nuevo la doctora queda en audio, pantalón cuatro xl, mejor de cinco, aparecen anuncios, ve el tiempo de entrega, la doctora le agradece su incorporación al programa.

Ser ligero, una asistente se contactará para tomar las horas con los especialistas, pide el más grande, llega en cinco días hábiles, quizás el lunes siguiente, la doctora se despide, ella responde de manera escueta, está concentrada digitando su clave de banco, sí, el lunes siguiente podría llegar, entra un correo, lo lee, responde, abre un paquete de galletas soda light, envía unos archivos, baja el mapa de google de su barrio, identifica una verdulería, quizás con pantalones y zapatillas, quizás un cambio, al atardecer y siempre que no haya cuarentena o toque de queda muy temprano, podría pasar por ahí, fruta, es verano, no hay necesidad de prepararla, quizás haría una diferencia, abre el mensaje de la clínica, el presupuesto de la cirugía, además indica quince días de licencia probable, si todo va bien, las dos cifras se quedan en su retina, imposible estar tanto ausente, de dónde sacar el copago del seguro, se levanta, como siempre siente dormidos los muslos, la presión de la silla, avanza afirmada al muro, falta una hora para terminar la jornada, en el baño se mira en el espejo, a su espalda la tina que ya no puede usar, la última vez no podía reincorporarse, recuerda el indigno proceso para salir de ella, el temor a caer cada mañana cuando se ducha, el celular da un salto sobre el lavamanos, la asistente de la clínica, debe hacer exámenes, piensa en qué momento, abren a las siete de la mañana, si encuentra un laboratorio cerca alcanza a conectarse al trabajo a tiempo, abre el ropero, repasa que podría usar para ir, tendrá que esperar, si llega el pantalón, en un rincón una túnica hindú parece promisoria, trata de ponérsela, se atora, no pasa, habrá que esperar, vuelve al trabajo, siente el desanimo, abre una lata y va comiendo mientras busca en instagram, hay ropa grande, manda un mensaje, responden, con un recargo se lo vienen a dejar a la puerta en la mañana, pide dos de los más grandes, quizás haya salida.


Tres


Al abrir la puerta el paquete está en el suelo, lo abre ansiosa, al extenderlo el pantalón se ve como un jardín colorido, es inmenso, pero igual se lo prueba con temor, el contacto de la tela es suave, la inunda un sentimiento infantil, casi navideño, sus piernas son un arbusto lleno de flores y pájaros, siempre había vestido de negro, esto es un mundo nuevo.

Es sábado , no hay cuarentena, se peina toma su mochila y parte a la calle, los ojos llenos de sol, va reconociendo el barrio, los negocios que han cerrado, los que abren, se aventura una cuadra más, en la puerta de la verdulería le toman el pedido, le dan el número del delivery, piensa que es mejor venir, se lleva rábanos, champiñones, rucúla, fruta, la mochila pesa, pero decide dar la vuelta a la cuadra, se detiene a descansar frente a una vitrina, una agencia de viajes abandonada, se imagina en esos lugares que ya nadie visita, no siente cuando un hombre se acerca y trata de quitarle la mochila, pierde pie, el hombre no logra quitársela atorada en su brazo, un perro se abalanza y muerde al atacante, la gente grita, el hombre huye.

Se afirma del ventanal, el corazón acelerado, recoge sus cosas, a su lado el perro se sienta, mueve la cola, muestra una enorme lengua rosada.

Cuadra y media, llega al edificio, el perro la sigue, en la puerta se miran a los ojos, ella lo invita a pasar, suben en el ascensor, entran al departamento, ella se le acerca con cuidado, le acaricia la cabeza, toma un pañuelo que usa para las reuniones y se lo amarra al cuello, está hecho, será su compañero de caminatas, quizás un amigo.



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