Tu padre y el mío eran alcohólicos, primera coincidencia, los dos somos buenos bebedores, segunda, deriva de la anterior, lo que se hereda no se roba.
Al hilar más fino vienen los matices, a ti te gusta lo dulce, whisky con miel, vodka con sabores, a mi alcohol y dulce no se me dan, me gusta sentir el sabor ácido en la boca, el gin, el vodka, pero solo.
Es como en la vida, es innegable que tú eres el más afectivo de los dos, el más humano, a las finales, dulce.
Despierto y siento el peso en la cabeza, esa sensación que te ancla a la almohada, me duelen los ojos de moverlos. La borrachera fue excelente, la resaca atroz.
La nausea me invade, calculo los metros que me separan del baño, la curva exacta para llegar a él y acumulo fuerzas para dar el paso.
Dentro de todo soy considerada, no te quiero despertar, o quizás me queda algo de pudor, no quiero que me veas vomitando en medio del dormitorio.
Alcanzo a llegar, cierro la puerta al tiempo que a tientas logro prender la luz. Luego todo es cosa de práctica, el estómago se va vaciando, y entonces cae la pregunta del sentido de esto.
La pregunta no es mía, es de los abstemios que nunca han vivido la situación, de esos amigos que te dicen que pares de tomar, que la salud, que el bolsillo, que la dignidad, todo eso con su cuota de machismo, porque además una mujer que toma es algo horrendo, un pecado mayor.
A pesar del dolor de cabeza entro a la ducha, sospecho que me importas mucho porque quiero verme presentable, al menos limpia para cuando despiertes.
El repiqueteo del agua en mi cráneo me trae de nuevo la nausea.
Anoche bebí gin tonic, más de cinco creo, llegué en pie al departamento, eso sí lo recuerdo. La estancia en la ducha se prolonga, el cabello, la nariz los ojos, todo se siente tan limpio.
Mi imagen me impresiona en el espejo. Colirio para los ojos, un eterno lavado de dientes que me da más asco, enjuague bucal para ganarle al gin. ¿Te quiero sabías?, me doy cuenta acá, afirmada del lavamanos.
Menos mal hoy no trabajo, otras veces no he estado en condiciones, igual he tenido que partir, las menos inventar una excusa para llegar más tarde. Todos saben, pero callan, hasta aquí he cumplido con el trabajo, se aguantan los comentarios.
Duermes como un niño.
Preparo café, el olor penetrante se sumerge por mis fosas nasales hasta el cerebro. Vamos pasando a la etapa dos porque ya me da hambre, busco algo que lo calme y tenga pocos aromas y pocos sabores, nada que me descomponga de nuevo.
Me vuelvo a mirar al espejo, casi humana.
Me acerco a la cama y te observo dormido, pareces un ángel, quizás porque yo tengo algo de demonio, juguetón, pero demonio.
Tu celular se agita en el velador, no despiertas, por la pantalla aparece un mensaje largo, es de tu hermano.Te está buscando, te dice que ojalá no estés conmigo, que no te convengo, que recuerdes lo mal que lo pasaban con tu padre, que lo pienses bien.
Busco el mensaje anterior, el tuyo, es de anoche, le cuentas que lo pasaste mal, que todo se salió de control, que me quieres pero que tienes miedo.
Leo intercambios de otros días, lo mismo.
No era verdad tanta empatía, estás temiendo volver a la infancia, al padre inconsciente en el piso, a las vergüenzas en plena fiesta de año nuevo, como no saberlo yo misma, mi padre borracho en mi graduación volteando los pendones del escenario.
Pienso que no quiero que te vayas, me da miedo que despiertes y hayas decidido irte.
Salgo a la calle, la luz me hiere la mirada, a media cuadra el bar del barrio ya está abierto, quizás un vodka para pasar los nervios, el mito de que no deja olor, aunque yo si lo siento.
Entro al bar y pido, desde la ventana vigilo la salida de mi edificio, tomo palco a mi vida. Pasan los minutos, estoy esperando verlo dejarme.
El vodka reposa en la mesa, un stolychnaya, stoly para los amigos, y nosotros somos íntimos.
Un mensaje de wasapp entra a mi celular, es él, ha despertado, escribe mucho, largamente, veo el cursor moverse como una amenaza, espero el click de envío como una condenada a muerte.
Camino de vuelta a casa, atrás deje el vaso sin tocar, voy enviando caritas felices a su oferta de amor y de ayuda, quizás por hoy tendré final feliz.
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