A veces siento una infinita nostalgia y salgo a la calle a disolverme entre la multitud, pero el miedo a perder mi soledad desenterrada, volverme ellos y no ser yo misma, me invade
Los edificios se abalanzan sobre mí, como las palomas a las migajas lanzadas por los jubilados de la plaza, las vitrinas se burlan escandalosamente rebajadas, los rostros cotidianos me invaden. Me escabullo entre unos callejones y siento una paz inmensurable, he logrado huir de la seductora urbe, abandonándome entre sendas marcadas de cemento, logrando finalmente regresar a mi departamento, mi pequeña guarida en esta ciudad que no duerme.
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