La puntualidad no ha sido precisamente una característica de Amelia. Este es un gran día, nos citamos a las 7 de esta tarde y por supuesto tendré que esperarla…..como siempre, es decir como lo hacía en Santiago cuando éramos estudiantes del Pedagógico y nos poníamos de acuerdo para estudiar. Siempre llegaba tarde, usaba trajes adheridos a su hermosa figura, y siempre con zapatos de tacón alto, en una época en que todas usábamos jeans y zapatillas. Despistada o coqueta, no sé, ella quería andar siempre bien vestida y por supuesto para ello necesitaba mucho tiempo, del que nosotros no disponíamos, por lo tanto ella llegaba atrasada a todas partes. Musky, no molestes a las niñitas de la mesa vecina, échate a mis pies, ya pronto llegará mi amiga.
¿Cómo se encontrará después de la muerte de Gabriel? Aún debe sentirse muy angustiada, pobre mi amiga, lo quería tanto! Uf, que calor hace aquí, anunciaron 40 grados. Pediré una cerveza bien heladita mientras espero. Musky ¿quieres un poco de agua? Ahora te la pido, pero siempre que te quedes quieto.
Recuerdo cuando Amelia conoció al que después fue su marido. Íbamos juntas caminando apuradas por los jardines del Peda, y ambas nos dimos vuelta cuando vimos pasar cerca de nosotras un joven guapo, alto y muy delgado. Nos sedujo su vestimenta informal, con un pañuelo en forma de cintillo tratando de sujetar sus cabellos negros y largos que le cubrían el rostro, en sus muñecas se apreciaban unas pulseras hechas de cuero. Para algunas personas hubiera sido un joven excéntrico pero a nosotras nos fascinó. Iba con un montón de carpetas y planos y sucedió lo típico: se le cayeron algunos planos que nos apresuramos a recoger. Amelia y él se quedaron mirando como hipnotizados. A mí nadie me vio y eso era difícil en aquel tiempo, yo no pasaba desapercibida debido principalmente a mi volumen. No se separaron nunca más. En las fiestas giraban como verdaderos profesionales del rock and roll, o al ritmo del tango, mientras nosotras los mirábamos embelesadas y envidiosas. Yo hubiera querido bailar asi pero no me atreví nunca, además solo mi hermano me sacaba a bailar de pura pena de verme sentada sola, estoy segura. Si me vieran ahora mis compañeras, no me reconocerían después de las innumerables dietas y de tantos gimnasios por fin estoy con un peso normal. Pero hace tantos años que no he visto a nadie, no he regresado a Santiago, aún tengo la “L” en mi pasaporte que me impide entrar a mi país. Ya me vino la nostalgia! Y no quiero ponerme a llorar, no ahora que voy a ver a mi querida Amelia después de tantos años. Vino a México a visitar a sus hijos y aprovecharemos de recordar viejos tiempos.
Musky, quieres una galleta? Toma una y no sigas molestando a las niñitas, su mamá está furiosa, sí, yo sé que son ellas las que te hacen gestos con sus manos, si no te estoy retando……….
Amelia sigue tan impuntual como antes.
En aquellos años creo que todas estábamos un poco enamoradas de Gabriel, pero él eligió a la morena mas estupenda de la escuela de bibliotecología, y a la más baja, porque a pesar de subirse a unos enormes tacones apenas le llegaba al hombro. Se casaron una vez que Gabriel se tituló de arquitecto. La ceremonia se efectuó en una de las pocas iglesias góticas de Santiago. Una tía de él nos emocionó hasta las lágrimas cuando entonó el Ave Maria de Schubert. Al salir de la iglesia se subieron a una carroza tirada por caballos, de esas antiguas, solamente disponibles para personas cercanas a la Cochera Presidencial, gracias a gestiones hechas por el padre de mi amiga. El velo de la novia flotaba sedoso al viento. El tío Vicente les regaló el viaje de novios a Ibiza, él no pudo asistir al matrimonio.
Regresaron felices y más enamorados que nunca. El primer encuentro con los amigos fue en el pequeño departamento que habitaron. Después no nos vimos como antes. Amelia se tuvo que preocupar de su hogar y de su marido. Se transformó en “dueña de casa” y se fue quedando en el tiempo. Sus estudios como bibliotecaria le sirvieron para organizar la estantería de su marido.
Nacieron dos preciosos hijos, yo soy la madrina de Isabel quién sigue los pasos de su padre y está en México ahora realizando una maestría. Gabriel, el hijo, se fue a Francia dotado de una sensibilidad especial para la música, se dedicó al clavecín.
En París se enamoró y decidió vivir con su pareja. Amelia no se explicaba la conducta de su hijo, su marido la culpaba a ella de haberlo mimado excesivamente. Ella le decía que el responsable era él, siempre frío e indiferente con el hijo, cómo iba a confiarle sus dudas si para él solo existía la hija y despreciaba la elección sexual de éste. Amelia viajaba a París cuantas veces podía a visitar a su hijo, aunque para ella también era muy difícil aceptar la relación de éste con otro joven. El año pasado se enteró que Gabriel tenía sida. Fue un golpe tremendo, sus cartas eran gritos de lamentos, cómo no entenderla!
Quiso llevarlo a Chile pero los médicos la desaconsejaron. Los últimos meses los vivió con él y la pareja de su hijo, creándose entre ellos un gran afecto nacido en lo más profundo del dolor.
Tengo tantos deseos de ver a mi amiga, abrazarla y decirle cuánto la quiero. Ya se ha tardado demasiado, Musky, despierta, iremos a ver si se ha perdido, ella no conoce esta enorme ciudad. Caminemos.
Que hará tanta gente allí? Algo pasó, tengo un mal presentimiento. _Permiso, señor, permiso, déjeme pasar por favor!-_ Dios mío, es un accidente, y es una mujer la atropellada, allí hay un zapato de tacón alto. Está vestida de negro, pero le cubrieron el rostro, parece que falleció al instante. Pobrecita, quién será?
Vamos Musky, no me tires la correa, regresaremos a casa a esperar que me llame Amelia y me explique qué le pasó, estoy segura que se perdió…….
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