Alicia y yo siempre fuimos amigas, yo vivía enfrente. Ella tenía varios hermanos. Como yo era muy sola, me gustaba mucho ir a su casa siempre llena de niños. Fuimos al mismo colegio cuando chicas y luego al Liceo de Niñas situado al lado del establecimiento para hombres. Para llegar a clases debíamos atravesar la Plaza de Armas de la ciudad.
Por razones que no interesan ahora, yo salí del país para vivir en Italia muchos años. A mi regreso tuve la necesidad de regresar a mi lugar de nacimiento, donde viví con mis abuelos hasta cumplir los quince años. Dirigí mis pasos a la bella casona de mi infancia, de la cuál siempre me sentí orgullosa por su historia. En el pueblo decían que allí había pernoctado el guerrillero Manuel Rodríguez. El impacto lo sufrí al llegar y darme cuenta que no había rastros de mi casa, en su lugar habían levantado una gran bencinera. Salí de allí con el corazón destrozado.
Después de un rato, cuando creí que ya estaba bien, me dirigí a casa de mi amiga Alicia para sorprenderla.
Entonces la vi, más robusta que cuando éramos chicas, a su lado iban dos niños que se parecían mucho a mi amiga, nos abrazamos emocionadas y nos sentamos a platicar.
-Recuerdo mucho a tu abuelo- me dijo Alicia, cuando te llevaba en cabrita al colegio.
-Si pero eso fue al principio, después le pedí que no lo hiciera para irme contigo y con Lila, cuando las tres no nos separábamos-
-Y nos íbamos quebrando la escarcha en invierno, ¿te acuerdas?, con nuestras botas de hule-
-Claro que lo recuerdo. Mi abuelo falleció cuando yo estaba en Italia- respondí con tristeza
-Qué lástima amiga! Pero la vida sigue-
-Por supuesto que la vida sigue Alicia, y ¿qué es de nuestra amiguita Lila, la pequeña, has sabido de ella?-
-Ay amiga, Lila falleció hace muchos años, se le declaró leucemia y no pudieron salvarla
En este punto sentí que mi corazón comenzó a latir violentamente. Recordé a Lila de inmediato Las tres nos pasábamos horas columpiándonos en mi casa. Era una chica linda aunque un poco regordeta o parecía porque era muy bajita, siempre estaba con las mejillas sonrosadas, mi abuela decía que era porque la niña gozaba de muy buena salud! Qué ironía del destino, su salud era lo más débil que ella tenía.
-¿Dónde está sepultada?- pregunté
-Está en el mausoleo de su familia, quieres ir?
-Si, por favor-dije, ¿me acompañarías?-
-Por supuesto que te acompaño, pasemos por una florería a comprar sus flores favoritas-
Terminado el diálogo, Alicia y yo, nos encaminamos hacia el cementerio del pueblo, yo iba con un nudo en la garganta, no me esperaba una sorpresa tan lamentable. En mis manos llevaba un ramo de flores, de esas que coronábamos nuestras cabezas cuando niñas, sintiéndonos las reinas del lugar.
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