En La Habana el clima siempre ha sido favorable, sin embargo hoy día pareciera que el cielo y las nubes amenazan una gran tormenta. Felizmente pronto las nubes se alejaron dando paso a un sol maravilloso que nos acompañó durante el aterrizaje en el aeropuerto internacional José Martí. Rolly, mi amiga y colega estaba emocionada con su primer viaje a Cuba. Nos habían designado para representar a Chile en el Congreso de Bibliotecarios-as de las Américas.
Nuestros colegas cubanos nos esperaban para llevarnos al Palacio de las Convenciones, en donde se desarrollaría el evento, que era la Institución más importante de Cuba destinada a eventos y congresos de prestigio. . Notando que el automóvil veloz se encaminaba hacia la costa hicimos una parada rápida en el hotel donde nos alojaríamos, para dejar nuestro equipaje y seguimos rápidamente para inscribirnos y escuchar las primeras ponencias de la jornada.
Fueron días de mucho movimiento intelectual y social, hicimos amistad con colegas brasileros y mexicanos con quienes compartimos alojamiento y comidas. Al finalizar cada jornada de trabajo, nos dirigimos a conocer los lugares históricos de la ciudad. Junto a nosotros y como guía de turismo, se nos unió Pedro, Bibliotecario de Casa de las Américas, Institución cultural dedicada al desarrollo de las actividades culturales de Latinoamérica y El Caribe. Pedro era un mulato tan simpático y atractivo que todas las mujeres quedamos locas por él, lo que más llamaba la atención era el color de sus ojos entre verde y avellana.
Durante todas las jornadas estuvimos trabajando juntos, no nos separamos nunca y tuvimos tiempo para contarnos acerca de nuestras vidas. Era más joven que yo pero con una tremenda calidad humana que lo hacía parecer mucho más adulto.
Una noche fuimos a la casa del bolero, Las Dos Gardenias, un lugar amable, espacio de reunión habitual para trovadores y amantes de la música. Durante una pausa vimos a la famosa bolerista Macarena descansando en su sillón favorito. Nos había deleitado con su voz durante la noche, decidimos saludarla y felicitarla al mismo tiempo.
Escuchando la bella música cubana, a un cierto punto me doy cuenta que Pedro me miraba insistentemente. No queriendo equivocarme me hice la desentendida durante un rato, pero esos bellos ojos seguían todos mis movimientos. Bailamos muy juntos mientras escuchaba en mi oído el susurro de su voz :
“Dos gardenias para ti
Con ellas quiero decir
Te quiero, te adoro, mi vida
Ponle todas tu atención
Que serán tu corazón y el mio”
Mientras esto sucedía, mis compañeros se deleitaban con sus mojitos y cantaban a media voz, cadenciosos temas románticos. Salimos de allí con pasos vacilantes, Pedro y yo decidimos irnos por nuestra cuenta, a disfrutar del malecón y otras actividades que pudieran surgir.
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