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EL SILENCIO DE MI LÁPIZ

He esperado días completos una señal para empezar a escribir, pero ha sido inútil, ¡la señal no se presenta!

Sé que tengo que buscarla entre mis recuerdos, ¡son tantos! Debo elegir uno y desde allí empezar a escribir sin detenerme hasta llegar al final de ese recuerdo. Pero, ¿siempre hay un final? Escudriñando en mi pasado veré la forma de poner fin al silencio de mi lápiz.

Finalmente! Sabía que vendrías inspiración divina!

Recordé que al cumplir yo los dieciséis años ya me sentía una jovencita, sin embargo mi hermano algunos años menor era todavía un niño. El era la adoración de mi madre, entre ellos existía un apego del cual yo carecía pero, no me hacía sentir celos porque yo tenía el amor incondicional de mis abuelos con quienes viví por quince años. Además nuestro padre no hacía ninguna diferencia entre nosotros.

El amor de mi madre hacia mi hermano lo hacía sentir inmune frente a ciertos comportamientos. Por ejemplo, cuando algún pretendiente me pasaba a buscar, Manolo cogía una escoba y lo perseguía amenazándolo con ella en alto hasta la siguiente calle.

Cuando se enojaba conmigo, me gritaba que regresara al campo de donde venía, yo no le hacía mucho caso a sus rabietas, entendía que él había sido único hijo por muchos años y yo había llegado a invadir su territorio.

Sin embargo, algo nos unía todas las tardes cuando junto a nuestra madre tomábamos la once con pan amasado calientito con mantequilla y miel. En esas ocasiones escuchábamos en la radio, la serial más entretenida del momento:”Tarzán” que nos hacía volar con el pensamiento hacia otras lejanas tierras.

A Manolo le gustaban los deportes, jugaba básquetbol con sus amigos tan sanos y deportistas como él. Cuando ya era un joven muy buen mozo, se enamoró de una chica bien atractiva que vivía en el barrio. Con los años se casaron y tuvieron dos hijos. Mi hermano estudió todo lo referente a la mecánica de los aviones y comenzó a trabajar en una línea aérea. Nunca se imaginó que le correspondería viajar en el avión presidencial en sus giras internacionales.

Mayor fue su sorpresa cuando le correspondió viajar con Fidel Castro en su visita a Chile. No podía estar más orgulloso por esos acontecimientos.

Pero el destino le tenía preparado algo terrible. Estos hechos que tanto placer le dieron a mi hermano se convirtieron en “delitos” para los militares chilenos durante la dictadura.


Primero estuvo detenido en el Estadio Nacional convertido en campo de detención, recuerdo el abrazo de despedida entre él y mi madre cuando los militares autorizaron una breve visita antes de transferirlos a ochenta kilómetros al interior de Antofagasta, al campo de concentración de Chacabuco.

Mi hermano cuenta que los subieron esposados al avión de LAN en donde sus antiguos subalternos le sonreían subrepticiamente con piedad y simpatía.

Llegaron a Antofagasta y desde allí los subieron en unos camiones malolientes y piso resbaladizo para trasladarlos finalmente al campo de concentración. Allí los esperaba un oficial con cara repulsiva junto a un contingente de soldados para darles “la bienvenida”, que consistía en hacerlos desnudarse, a las 12:00 de la noche en el frío desierto y hacerlos pasar corriendo a través de una fila de soldados que les propinaban insultos, escupos y patadas. Los más viejos se caían al suelo, Manolo trató de ayudar a uno y recibió en compensación una patada en la espalda que lo inmovilizó. Se levantó con esfuerzo y siguió corriendo y temblando. Las manos atadas hacían más difícil cualquier maniobra.

Finalmente el silencio de la noche nortina los envuelve y los arropa.

El campo estaba cubierto de minas alrededor y por dentro enteramente electrificado. Dos mil chilenos traídos de diferentes partes del país sobrevivieron durante años los vejámenes de los militares traídos también de distintos lugares de Chile. Mi hermano vivió en el Pabellón 23, Casa n.90 junto a siete compañeros

Rápidamente entre los residentes se organizó un Consejo de Ancianos desde donde nacieron las distintas Comisiones que gobernarían administrativamente el lugar.

Se creó un Policlínico a cargo de los médicos y enfermeros detenidos con el fin de resolver algunos problemas de salud. Se inventarió la existencia de libros y revistas para formar una biblioteca. Se organizó una Pulpería. Se habilitó una casa para prensa a cargo de periodistas y estudiantes detenidos en el campo. Se organizaron actividades deportivas a cargo de un profesor de educación física. Además de actividades culturales a cargo de Angel Parra quién creó el grupo folclórico “Los de Chacabuco” En este contexto se crea también el Diario Mural Chacabuco `73

Después de muchas gestiones se logró la ansiada libertad de mi hermano no sin antes haber sido advertido que si se quedaba en el país lo tomarían de nuevo y esta vez sin salida.

Gracias a la Embajada de México, Manolo logró salir al exilio junto a su esposa e hijos.

Lo más interesante de este relato es que, estando en México le ofrecieron desempeñar el mismo trabajo que hacía en Chile, servicios a bordo, esta vez en el avión que trasladaría al presidente mexicano en sus viajes por el mundo.

Finalmente creo que mi lápiz se portó a la altura de las circunstancias, logró salir de su ostracismo, bien por él!



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