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Foto del escritorentre parentesis

EL TIEMPO NO SE DETUVO

Era la más bella de las tres hermanas. Sus ojos verdes se achinaban cada vez que algo le gustaba mucho. Había mucha dulzura en su mirada lánguida. Sin embargo, esa languidez contrastaba cuando al caminar daba largos y decididos pasos. Su cuerpo delgado pero firme mostraba su afición al deporte. Jugaba basquetbol en su colegio, a pesar de que la aquejaba una tos asmática persistente, razón por la cual luchaba con ahinco por ser mejor cada día. Sus padres poseían un negocio donde ella ayudaba como cajera al salir de clases.

El joven que la enamoró pasaba todos los días por la tienda, con un cargamento de telas sobre los hombros, ofreciéndolas a muy buen precio.

Hablaba poco español, él y sus padres eran emigrantes europeos, huyendo de la guerra habían llegado a Brasil, hasta que un conocido les habló de este rincón del mundo, en donde habían encontrado el trabajo y la paz que tanto necesitaban.

El muchacho se había enamorado de Juanita apenas la había visto, por eso pasaba una y otra vez por el negocio cuando ella estaba.

Al principio se miraban a hurtadillas, no fuera que los sorprendiera el padre, que tenía fama de severo. Poco a poco, los hermanos de Juanita los ayudaban para encontrarse en el parque a dar largos paseos. Eran jóvenes, demasiado ignorantes en temas del sexo, no se cuidaron en absoluto.

Quedaron embarazados.

Cómo decirle a los padres de Juanita que ésta esperaba un hijo de Karl, un muchacho de dieciocho años, sin profesión, y sin un trabajo fijo.

El padre la envió rápidamente a casa de una tía en Valparaíso, con orden de no dejar entrar al novio por ningún motivo. La tía, mujer enjuta y silenciosa adoraba a su hermano, no puso objeciones.

Nació una bebita preciosa que nunca conoció a su padre. Juanita regresó con sus padres y poco a poco su hija se convirtió en su hermana. Sus padres la habían adoptado. Pasó el tiempo que inexorable nunca se detiene. Juanita terminó sus estudios, nunca más supo de su enamorado ni de sus padres, se habían esfumado.

Había días en que a Juanita le ganaba la tristeza, cuando pensaba en el hombre que tanto había amado. Estudió enfermería y se casó con un médico. Fueron felices, tuvieron dos hijos sanos y deportistas.

Fue en el hospital donde trabajaban que se vieron después de tantos años. Ahí estaba Karl, el gran amor de su vida, lo acompañaba su esposa en quién apoyaba su debilidad, a simple vista ella reconoció en él un cáncer terminal. Se miraron largamente y luego, cada uno siguió su camino.




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