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ISLA DE LAS MUÑECAS

Don Julio Santana vivía en el barrio de Asunción de Ciudad de México. Acostumbraba beber en la taberna cercana hasta terminar ebrio. Un día comenzó a predicar, y no paraba y no paraba, hasta que los parroquianos aburridos lo echaron de la taberna. Abandonó el barrio y se fue a vivir a Xochimilco, no precisamente al famoso lago, sino, a unos 20 kilómetros del embarcadero, una isla que le pareció extraordinariamente bella por la naturaleza que irradiaba, árboles de todos los frutos, plantas silvestres y una fauna privilegiada. Era un lugar donde no había llegado nadie, y se escuchaba solo el sonido de las aves que la habitaban. Don Julio creyó haber encontrado el paraíso, construyó su casita y vivió en ella muy a gusto, para comer solo tenía que pescar y asar los pescados, las ensaladas las sacaba de la riqueza de verduras que tenía la isla. Pasó muchos años viviendo en solitario, ya no bebía y se sentía un hombre feliz, no necesitaba a nadie, y cuando quería socializar, conversaba con los remeros que pasaban con las trajineras (barcazas que recorrían todo el lago, con turistas y mariachi alrededor de la barcaza. mostrando a los turistas la belleza del lugar)


Un día cualquiera, después de su siesta, don Julio salió a recorrer SU isla alrededor del lago. Se encontró con el cuerpo de una niña chiquita flotando en las aguas. La sacó de allí y apenas pasó una barcaza dio el aviso correspondiente. Llegaron las autoridades y se llevaron el cuerpo de la niña.

Nunca más pudo dormir tranquilo don Julio, sentía ruidos extraños de dia y de noche, no sabía qué hacer cuando alguien tocaba a su puerta y al abrir no había nadie. Alguien lo llamaba con voz de niña de distintos lugares de la isla. Entonces descubrió una muñeca que flotaba en el lago, la rescató y la colocó en la puerta de su vivienda, pensó que la muñeca alejaría los malos espíritus. Como seguía escuchando ruidos extraños, don Julio se fue a la ciudad en la próxima barcaza que pasó por la isla, compró algunas muñecas, muchas se las regalaron y con ellas colocadas en lugares estratégicos, pensó que sería suficiente, puso algunas colgando de los árboles, a otras a ras del suelo, varias en las ventanas de su vivienda, y en la chacra que había hecho para abastecerse de alimentos. Todas con el mismo afán supersticioso que ellas ahuyentaban los malos espíritus.

Don Julio falleció de un ataque al corazón rodeado de sus muñecas. Desde entonces la isla pasó a llamarse Isla de las Muñecas, dicen algunos de los turistas que la visitaron, que es un lugar muy extraño que da miedo entrar allí, que se escuchan voces y ruidos raros hasta el día de hoy, que parece que las muñecas hablan entre ellas




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