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LA GITANILLA

La niña abraza su muñeca y la acaricia dulcemente, mira de reojo al interior de la casa, escucha las risas de su madre y sus hermanos pero ella no participa de ese jolgorio, lo que la entristece. Amelia aún no cumple los cuatro años y está sentada en la puerta de su casa, mientras la madre atiende a sus pequeños. Está sólo preocupada de los gemelos, ya no la abraza como antes. Recuerda los mimos de su padre pero hace tanto tiempo que no lo ve, casi ha olvidado su rostro. Se siente triste pero no sabe cómo disipar esa sensación. Estaba sumergida en sus pensamientos cuando aparecen por la calle unos gitanillos cantando y la invitan a jugar con ellos. Amelia se embelesa con sus nuevos amigos, deja su muñeca en el piso y casi hipnotizada los sigue hasta el campamento gitano.

La madre de Amelia, apenas se dió cuenta de la desaparición de su hija acudió a la policía. La buscó en los hospitales, en la morgue, en todos los lugares que se le ocurrió. Estaba convencida del rapto de su hija.

Después de jugar toda la tarde con sus nuevos amigos y casi sin enterarse la niña se ve arriba de un carromato gitano que se dirige al norte del país. Extraña a su madre pero al mismo tiempo está contenta al verse rodeada de chiquillos alegres y bulliciosos. Cuando cae la noche, los gitanos buscan un lugar para acampar y después de comer se aprestan a dormir. Nadie se fija en la nueva gitanilla que se veía preciosa vestida con falda larga de colores, muchos collares y aretes que su nueva amiga Alexandra le había obsequiado. Amelia y Alexandra durmieron felices toda la noche en su carpa.

Fueron inútiles las búsquedas que organizó la madre desesperada y culpable de la desaparición de su hija. Se dio cuenta que estaba tan embelesada con los mellizos que le prestó muy poca atención a la niña. Pasaron los años y no obtuvo nunca una respuesta, eso la dejó con una eterna angustia que la desequilibró mentalmente. También se hicieron búsquedas en algunos campamentos gitanos, pero el carácter itinerante de la comunidad gitana no permite saber cuántas personas viven allí, a pesar de que están prohibidos los censos discriminatorios siempre hay discrepancias en los datos, por lo tanto no fue posible descubrir el paradero de la niña perdida

Finalmente después de unos días uno de los gitanos da la voz de alarma al darse cuenta que la niña nueva no es una gitanilla. Le hace preguntas una y otra vez acerca de su domicilio pero la única respuesta que obtiene es su nombre y que su mamá no debe estar triste porque está cuidando a sus hermanitos gemelos, pero de dirección de los padres, no consigue nada, la chica no sabe. Pasan algunos días en que finalmente el misterio se resuelve. Al llegar a un pueblo nortino se dan cuenta de la gran cantidad de carteles alusivos a la desaparición de una niña igual a la que ellos tienen en su campamento.

Se realiza una asamblea entre los gitanos para tomar decisiones con respecto a la niña. Los gitanos están atemorizados, ellos tienen mala fama y los pueden culpar de rapto. Finalmente después de muchas cavilaciones, los más antiguos son los que deciden dejar a la niña en el campamento, la han visto muy contenta jugando con sus amiguitos y al parecer no extraña a la madre. Ellos no quieren verse envueltos en conflictos con la autoridad, saben que desde que llegaron al país, los nacionales los han segregado por ser rumanos, los encuentran peligrosos y lo peor es que dicen que todos son ladrones.

Deciden darle un nuevo nombre a la niña, desde ahora se llamará Jovanka, dice el más anciano de los gitanos, que es una variante romaní del nombre Juana y que significa “Yahvé es bueno y misericordioso”. Comienza para Jovanka una nueva vida llena de aventuras y alegrías, además del cuidado cariñoso que le profesan los gitanos. Los padres de Alexandra la adoptan como una hija más. No pasa mucho tiempo en que se familiarice con el idioma, sin lugar a dudas es una gitanilla que se transforma en una bella adolescente, rápidamente absorbe la cultura rumana.

De acuerdo a su origen nómade, en verano la comunidad se trasladaba al sur del país, asentando sus carpas en medio de pueblos llenos de árboles, ríos y flores, en cambio al iniciar el invierno se iban rápidamente al norte a recorrer pueblos desérticos encantados a orillas del mar. Donde iban llevaban la alegría impregnada en ellos.

Jovanka y Alexandra aprenden el arte del malabarismo, llegando a ser famosas. En cada lugar donde paraban los gitanos, se organizaba un show que les redituaba buenos beneficios. En esos actos aparecían las dos malabaristas mientras unos gitanos tocaban maravillosamente los violines y el resto trataba de vender sus pailas de cobre hechas con afán y esmero. Además era imprescindible que las mujeres más adultas desarrollaran el arte de la quiromancia

Quince años más tarde regresaron al pueblo de donde era originaria Amelia, ahora convertida en Jovanka. Nadie en la comunidad sabía que de ese lugar había salido ella, aunque lo recordaba como en un sueño. Estaba haciendo su acostumbrado malabarismo cuando se acerca una mujer que ella parecía tener en su subconsciente, se miraron largamente directo a los ojos, luego la madre bajó la cabeza y siguió caminando.



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