Amiga querida, te escribo desde los frondosos jardines de la Universidad, porque no te había contado, pero desde que llegué a este país me entraron imperiosos deseos de estudiar nuevamente en la ciudad universitaria mexicana, y aquí estoy, escribiéndote para contarte mis impresiones. Mientras te escribo disfruto de una bella vista a dos maravillosos volcanes.
No te niego que me hace mucha falta la cordillera de Los Andes, pero en cambio estoy muy cerca de los dos volcanes más altos del hemisferio, ellos rodean la ciudad de México y son realmente imponentes, se llaman: Iztaccihuatl y Popocatepetl.
La leyenda dice que, cuando el imperio azteca dominaba el valle de México, como práctica común los pueblos sometidos debían pagar tributo. El cacique de los tlaxcaltecas, enemigos acérrimos de los aztecas, cansado de la opresión de su pueblo decidió luchar contra ellos.
El cacique tenía una hermosa hija, la princesa Iztaccihuatl, que estaba enamorada de uno de los guerreros más apuestos de su pueblo. Antes de partir a la guerra, el enamorado pidió al cacique la mano de su hija, que le sería concedida siempre que regresara victorioso. Ambos se despidieron profesándose amor eterno.
Pero había otro guerrero también enamorado de la princesa y desdeñado por ésta, que no soportó el amor entre ellos. Hábilmente se acercó a la princesa y le dijo que su amado había muerto en batalla. Iztaccihuatl no pudo con su pena y se suicidó.
Al regresar Popocatepetl y enterarse de lo sucedido vagó tristemente por las calles, días y noches, sin saber qué hacer ni donde enterrar su dolor.
Después de largas caminatas, pensó en hacer algo para honrar la memoria de su amada. Mandó construir una gran tumba frente al sol y amontonó diez cerros sobre ella hasta formar una enorme montaña. Tomó en sus brazos a la princesa y la colocó sobre la montaña como si estuviera durmiendo, le dio un beso póstumo y tomando una antorcha decidió velar su sueño eterno.
Con el tiempo la nieve cubrió los cuerpos convirtiéndolos en dos enormes montañas que seguirán asi eternamente, porque ellos estarán siempre juntos…
Cada vez que el POPO, como lo llaman acá, desprende fumarolas, lo que sucede a menudo, significa que le está declarando su amor a IZTACCIHUATL, a quien se le conoce como la “Mujer Dormida”
Esa es la leyenda de los volcanes, amiga. Es todo por ahora, otro día te contaré otras cosas de este maravilloso país, ahora me dispongo entrar a mis clases…
Te abraza
Hilda.
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