Marta, su hermana Amanda y yo estuvimos jugando al juego del carioca durante la tarde del domingo, siempre nos ganó Marta, ella era la campeona. Yo me aburrí primero y me puse a leer, luego Amanda dijo que necesitaba ir de compras a Chimbarongo. Rápidamente nos arreglamos, queríamos salir de la rutina y Chimbarongo quedaba muy cerca de San Fernando, allí vendían los cestos y canastos más hermosos para las plantas. Subimos al auto de Marta y nos fuimos cantando la media hora de viaje.
Al llegar al recinto, no sabíamos cuántos canastos llevar, eran todos tan lindos y todos nos servían. De pronto, Amanda descubrió una gatita recién parida en uno de los canastos grandes que quería llevarse. La gatita no le permitió sacar a sus cinco hijitos, cada vez que ella o la dueña trataban de sacar a los gatitos, debían soportar los arañazos de la madre que no quería separarse de sus hijos.
Pasaron varios minutos, Amanda estaba empecinada en llevarse justamente ese canasto, pero no había caso, la familia de gatitos no se separaba de la madre. Amanda decidió llevarse al canasto con los gatitos adentro. Les puso un chal encima y los subió al auto
Nosotras hicimos también nuestras compras y partimos de regreso a casa de mi amiga Marta, donde yo pasaba unos días de vacaciones. Nos fuimos preocupadas, el marido de nuestra amiga era alérgico, y la verdad es que no podía ver los gatos porque le producían asma, pensábamos cómo lo haría Amanda para entrar cinco gatitos y su madre sin que se enterara su marido, pensábamos que era imposible. La ayudamos a entrar los gatitos en el lugar que tenían para los cachivaches, allí estarían muy cómodos por el momento, lo importante era que su marido no entrara a esa pieza que aunque estaba fuera de la casa, el hombre podía ir en busca de alguna herramienta.
Regresamos a casa de Marta conversamos un poco y luego con mucho sueño nos fuimos a dormir Al parecer no fueron más de tres horas de apacible sueño, nos despertaron unos golpes en la puerta con Amanda y el canasto con los gatitos. Su marido estaba con ataque de asma y le había ordenado sacar a los gatitos de su casa. Encontró nada mejor de dejarnos los huéspedes a nosotras, dijo solo hasta mañana, mi amiga Marta ya tenía su felino durmiendo en su cama.
Yo recordé que también estuve con alergia a los gatos durante mi estadía e Italia. Andries, el dueño de casa tenía cuatro angoras muy lindos que se paseaban encima de nosotros sin ningún miramiento, entonces sufrí por primera vez, un ataque de asma, pero hacía tantos años que no me pasaba que me sentí segura, al menos es por una noche. A las cinco de la mañana empecé con dificultad para respirar, quise no hacerle caso pero las dificultades iban empeorando, tuve que despertar a Marta y salir con el canasto y los gatitos donde otra amiga que los pudiera tener esa noche.
Al día siguiente la gatita y sus hijitos se regresaron nuevamente a Chimbarongo de donde nunca debieron salir.
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