Alicia tenía todo listo para el té, decidió arreglarse un poco. El espejo le devolvió un rostro animado a pesar de los años, las arrugas aún no se notaban, a menos que usara maquillaje. Decidió solamente retocar sus ojos con una línea negra, y usar un poco de color en sus mejillas. Estaba lista para esperar a sus amigas. Quién llegará primero, pensaba. ¿Llegarán todas juntas? Las tres son sus amigas desde hace muchos años, tantos que ya no recuerda. Al principio del regreso a la patria, desde México el país que las acogió en el exilio, se reunían todos los jueves, prometiendo respetar ese día sorteando cualquier dificultad, calor, frío, lluvia. Así lo hicieron por algún tiempo, pronto todo cambió. Al principio fue Marcia quién empezó a faltar, se convirtió en empresaria y viajaba mucho. Al regresar contaba con detalles sus experiencias, sus éxitos y sus encuentros con Rafael en algún lugar del mundo. Sus hijos se habían regresado a su país donde nacieron y habían hecho su propio mundo. Ellos nunca se acostumbraron a vivir en Chile, se consideraban exiliados y en cierto modo si lo eran, para ellos éste era un país con costumbres extrañas, con comidas que no les apetecía, con un clima que no les gustaba.
Eran dos adolescentes nacidos en otras tierras, con muchos amigos allá y ninguno en este lugar. Después de mucho conversar ella y su marido decidieron que al término de la enseñanza media se podían regresar para comenzar allá la universidad. Se transformaron en dos profesionales exitosos, se casaron con compañeras de universidad y Marcia tenía un nieto en cada uno de sus hijos. Ella, a pesar de querer mucho a sus nietos, no le gustaba que le dijeran abuela, así que la llamaban por su nombre. Su marido, un hombre de negocios que sólo pensaba en sus actividades comerciales, ya no tenía ningún lazo afectivo con su mujer. Ella insistía en que no se divorciaba por sus hijos, la excusa de siempre cuando las parejas no se atreven a dar un paso tan importante y decisivo. Por eso, cuando comenzó a viajar le cambió la vida, y más aún cuando en uno de sus viajes conoció a Rafael, también casado, con una hija y con el mismo problema de indecisión. Así las cosas, Marcia era muy feliz y regresaba renovada de cada uno de sus viajes.
Después comenzó a faltar Eugenia, decía que tenía mucho trabajo con la venta de departamentos, no tenía horario, incluso trabajaba los fines de semana. Su pequeña figura pasaba a segundo plano cuando jugaba con su pelo rojo que la hace ver atractiva y sensual. Su marido había fallecido al poco tiempo de llegar de un campo de concentración en el norte del país. Cuando nos conocimos ella casi no hablaba, trabajaba como secretaria en una firma europea, y se empeñaba en hacer de sus preciosas hijas, la razón de su vida. Poco a poco las amigas le fueron dando algunas tareas que la hicieran sentir que ella también era importante. Tenía una voz muy cálida de manera que fue un gran aporte en el grupo folklórico que se organizó en Casa de Chile. A su regreso, conoció un hombre por el cuál ninguna hubiese suspirado y sin embargo ella, la más hermosa de todas se enamoró perdidamente de ese gordito simpático. Cuando todas pensamos que ya eran una pareja consolidada, él se enamoró de una prima de su mujer, casi veinte años menor. Se fueron juntos a Europa dejando a Eugenia completamente desolada. Pero las amigas la contuvieron y la apapacharon hasta que se convirtió en lo que es hoy día, una gran corredora de propiedades.
Los continuos viajes de Mónica a casa de su hija en provincia, hicieron que ella se ausentara del grupo. Era la hija que le quedaba después de vivir la horrible experiencia del suicidio de la mayor. La joven, una artista plástica con grandes proyecciones, nunca pudo aceptar la desaparición de su padre detenido desaparecido cuando era gerente de una importante minera del norte de Chile. Fueron inútiles las permanentes indagaciones que Mónica hacía de cada excavación una esperanza pero sin ningún resultado. Sólo la resiliencia que sacó no se sabe de dónde, la ayudó para no volverse loca y continuar viviendo. Su problema era que estaba invadiendo la casa de su otra hija, sus tres nietos la adoran pero no así su yerno con quién ha tenido de sortear varias dificultades.
Y finalmente Alicia, hizo todo lo que posible por no faltar a estas reuniones. Sólo que a veces no soportaba escucharlas hablar de sus hijos. Aún estaba latente en sus oídos la voz de su hija por la que no deja de llorar su ausencia.
El timbre de la puerta la despertó de sus recuerdos, se miró por última vez en el espejo y secándose una lágrima abrió la puerta. Sus amigas llegaron todas juntas. Marcia vestida a la última moda y cada vez más joven le ofreció a la dueña de casa, un paquete color lila que parecía contener chocolates, para que los disfrutes, ya sabes con quién, le dijo con picardía. Eugenia, alegre como siempre se sentó después de saludar mirando su celular. Mónica, un poco ojerosa pero no melancólica, nos anunció un gran secreto de amor.
De pronto, Estelita interrumpió preguntándole a Alicia: “abuelita quieres que traiga el té?” Sus ojitos verdes sonreían igual a los de su desaparecida mamá.
Comments