Francesco, un joven de dieciocho años, que se había inscrito en Historia del Arte en la Universidad de Chile, finalmente logra el permiso de su padre para visitar a su abuelo Primiano, antes de empezar el período académico. Este vive en el sur de Italia, Región de Bari, en un pintoresco pueblo llamado Alberobello. Para el muchacho era su primera visita en Italia, la emoción lo embargaba, contaba los días y las horas para subir al avión.
Primiano había emigrado a Buenos Aires y después a Chile durante la segunda guerra mundial. En el barco conoció a Giovanna, quién era una eximia pianista y que posteriormente fue su esposa. Él fue haciéndose conocido poco a poco y famoso después. Sus pinturas eran el reflejo de su país natal, se notaba la nostalgia que siempre lo acompañó. Al enviudar, con su hijo arquitecto, casado y con nietos, decidió regresar a su lugar de origen. Al principio pensaba estar solo un tiempo y regresar a Chile donde estaba ahora su familia, pero la tierra y sus confines lo reencantaron y se quedó definitivamente.
Francesco se sintió libre cuando se subió al avión, ni siquiera se preocupó por las catorce horas de viaje hasta el aeropuerto de Fiumicino en Roma, estaba feliz. No fue un viaje plácido, hubo tormentas durante el viaje que asustó mucho a los demás pasajeros, pero para el joven no fue impedimento para disfrutar tan largo viaje.
Llegó a Roma, la ciudad eterna, que lo deslumbró durante la breve caminata, pero su objetivo era abrazar a su abuelo. Lo extrañaba mucho, él era aún pequeño cuando Primiano decidió regresar a Italia, sin embargo había un vínculo que los unía, siempre estuvieron en contacto, al principio a través de largas cartas, y luego gracias a la tecnología, por medio de video conferencias. En la estación Termine, se subió al tren que durante seis horas lo llevaría a Alberobello. Los detalles de su viaje fueron producidos por su ingenioso padre.
El abrazo con su abuelo se hizo eterno, no dejaban de mirarse como si sintieran que si no se miraban desaparecerían. Francesco era un joven esbelto, tenía la misma sonrisa de su padre y los ojos de su madre. Primiano cargaba más años que la última vez que lo vio su nieto, sin embargo la galanura de su porte hacia que su caminar fuera distinguido. La emoción los embargó a ambos por largo rato.
Pasado el momento del reencuentro, el abuelo le dio una extensa explicación, ante el asombro de su nieto al ver las construcciones que se distinguían por sus paredes blancas y sus techos en forma de conos. Esas casas eran los famosos trullos, pero nada de lo que su familia le había contado, ni las fotografías que le enviaba su abuelo, se acercaban a lo que éste miraba con asombro insistentemente. Ahora entendía la razón de la merecida distinción que se le había otorgado a Alberobello, como Patrimonio de la Humanidad
Los muros de las casas, decía Primiano, son construidos en piedras traídas de las laderas del valle de Istra. Originalmente, los trullos estaban destinados para almacenar los productos de los campesinos y para guardar sus herramientas de labranza. Posteriormente se utilizaron para evadir los impuestos obligados por los ricos patrones. Los espesos muros se construían con una técnica de superposición de piedras, y sobre ellas se colocaba una capa de tierra para mantener el ambiente frio en verano y caliente en invierno. En la cima se colocaba una piedra a modo de clave del techo cónico, cuando el patrón se aproximaba a cobrar los impuestos, los campesinos retiraban una sola piedra que al demoler el techo simulaba solo un montón de piedras.
Francesco estaba cada vez tan maravillado de ver tanta belleza en torno que, al segundo día de estar en este mágico pueblo, había decidido quedarse para siempre. Total historia del arte se podía estudiar también allí. Estaba seguro que su padre lo entendería. Pero otra sorpresa le esperaba a Francesco en el taller de su abuelo. Para Primiano la nostalgia solo había cambiado de lugar, ahora pintaba bosques y lagos pero de otro continente, de otro país, de ese que lo albergó durante tantos años y que le dio un hogar y una familia, el sur de Chile.
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