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Foto del escritorentre parentesis

UN DESFILE

Llega Septiembre y la ciudad se viste de fiesta, brotan los aromos y las calles se perfuman con los almendros y duraznos en flor, es la mejor época del año según algunos, no asi para los que sufren de alergia al pólem, aunque eso no les impide disfrutar el alejamiento del intenso frío invernal. Es la fecha en que los colibríes se pasean en mi jardín buscando el alimento para sus hijitos.

Mi llegada a la capital, desde una ciudad de provincia, coincidió con la llegada de la ansiada primavera Tenía quince años y sólo había socializado con las niñas del Liceo. Mi timidez me hacía enrojecer y me sudaban las manos cada vez que un compañero del nuevo colegio se me acercaba. Mi madre solo consiguió una vacante en un colegio particular mixto.


En el barrio donde vivían mis padres no era diferente, yo buscaba la presencia de mis vecinas huyendo de los jóvenes que trataron de seducirme desde el principio. Solo uno de ellos me llamó la atención, muy alto y delgado, de pestañas largas y sonrisa a lo Yul Brynner. Pero, cuando lo vi vestido con el uniforme de cadete de la escuela militar, sentí que me enamoraba perdidamente de él.


Su hermana María, mi amiga y compañera del nuevo colegio, se transformó en el pretexto perfecto para ir a su casa a hacer los deberes. Vivía muy cerca con su madre viuda y su hermano. Poseía un estupendo piano, que aprovechábamos de tocar cada vez que podíamos. Mi abuela me había obligado a estudiar las escalas y solfeos que entonces me sirvieron mucho para acompañar a mi amiga. Rodrigo fingía no prestarnos atención, pero yo sabía que con cualquier pretexto se detenía en la sala de música.


Cuando cumplí los dieciséis se me declaró y nos convertimos oficialmente en “pololos” Desde entonces y durante tres años, tuve la oportunidad de visitar la Escuela Militar, cuando ésta estaba en la calle Blanco Encalada, en un edificio donde ahora existe un Museo. En el mes de diciembre se les entregaba el espadachín a los cadetes, en una hermosa velada, después se realizaba el baile de gala. Maria iba acompañada de un compañero de Rodrigo con quién había comenzado a pololear. En ese tiempo no falté nunca al desfile militar, orgullosa de ser la polola de este guapo cadete.


Como el tiempo no se detiene nunca, Rodrigo fue destacado a un Regimiento de Coyhaique, en el mismo tiempo yo comenzaba mis estudios universitarios. Entonces decidimos colocarnos “la ilusión”, que se usaba en ese tiempo, para demostrar que la relación iba en serio. Largas y melancólicas cartas llenaban el vacío que mi casi novio había dejado con su ausencia. Cuál Penélope hasta me atreví tejerle un suéter, con ayuda de mi madre.


Pasado un tiempo en que ya no respondía a sus cartas con el mismo entusiasmo. En los pasillos de la Universidad había conocido a Juan, un futuro arquitecto, de ojos verdes y mirada profunda. Desde el principio nos acercó la lectura, hablábamos horas acerca de los libros leídos, nunca había sentido la sensación de estar con alguien que me comprendiera tan bien, había algo en él, que sin poder describirlo, me hizo querer estar siempre a su lado.

Le escribí a Rodrigo contándole lo sucedido, nunca quise engañarlo, además lo quería mucho, pero supe que Juan era el amor de mi vida. Rodrigo sufrió mucho, su hermana Maria no me habló durante mucho tiempo, hasta que la vida demostró que nuestra amistad era más fuerte.


Dos años después me casé, en una ceremonia sencilla en una Iglesia cercana. Nacieron mis dos hijos, con un período de dos años cada uno. La vida hubiese seguido plena a no ser por los acontecimientos que surgieron también en el mes de septiembre


Durante el Golpe de Estado en Chile, desapareció mi hermano y muy pronto, también mi padre fue detenido. Mi cuñada y yo, los buscamos en todos los lugares de detención, siempre con respuestas negativas que nos dejaban sin aliento. Mi desesperación me llevó a la casa de mi antigua amiga María, necesitaba saber si Rodrigo podría ayudarme a saber en dónde estaban mis familiares. Logré dar con él en Cerrillos, lo habían trasladado desde el Regimiento de Los Andes. No sé qué cara tenía yo entonces porque él me dice “ No me mires así, yo no provoqué esto”. Gracias a su valiosa ayuda logré saber que mi padre y mi hermano estaban detenidos en el campo de concentración que para estos efectos habían convertido al Estadio Nacional. Al menos estaban vivos!


También yo fui detenida curiosamente en la Escuela Militar, pero en la nueva, no donde yo había bailado tantas veces con mi cadete, alrededor de la piscina de la antigua Escuela. Con los Profesores del colegio donde trabajaba, fui llevada e interrogada con saña, por los mismos que una vez conocí como compañeros de Rodrigo, ellos no quisieron reconocerme.


Después de vivir el exilio en Italia y luego en México, regresé a Chile y lo busqué.  Tenía una deuda pendiente con él.

Lo encontré tan disminuido, tan amargado por los años vividos en Dictadura que después de algún tiempo pidió su retiro, no soportó tanta injusticia.

Todos estos recuerdos afloran a mi mente ahora, al ver el desfile de fiestas patrias, recordando otros desfiles en que siendo tan joven corría a abrazar a mi cadete durante la Parada Militar. 



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