Esa tarde una tenue lluvia caía sobre el pavimento, Valentina apretó nerviosamente el volante debido al tránsito detenido a esa hora. Presentía un retraso a ese encuentro tan importante.
Finalmente logra estacionarse y corre en busca del Café Tavelli de Providencia.
Sus ojos recorren las mesas hasta ubicar una desocupada al lado de una pareja que solo tiene ojos para sí misma.
El paraguas cuelga de su brazo, toma asiento y lo abre ante la mirada atónita del mesero.
- Señora – dice éste – aquí no se llueve.
- No se preocupe, será solo un momento, para que alguien me ubique- responde Valentina, con énfasis y cerrando un ojo al pronunciar “alguien” con cierta intención.
A esta hora empiezan a llegar los locos, piensa para sí el camarero.
Que ridícula me debo ver con el paraguas rojo abierto en medio de las mesas del café, piensa Valentina, casi adivinando el pensamiento del camarero, pero así acordamos con Francisco para reconocernos. El único que contestó el anuncio de El Mercurio, donde decía que vendía el Roll Royce.
Es lamentable que tenga que vender el auto herencia de mis padres, pero es absolutamente necesario poner mucha distancia entre Renato y yo, tanta distancia como sea posible.
Todo comenzó hace algunos años atrás en Milán. Conocí al ser más tierno, amoroso y bello que no había visto jamás. Atlético, delgado, de cabellos castaños y ojos de un extraño color ámbar, un color intermedio entre el marrón y el avellana. Fueron sus ojos, o más bien, su mirada la que perturbó mi alma, no podía dejar de mirarlo en esa fiesta a la que acudí sin deseos y que sin embargo estaba llena de sorpresas. Había muchos jóvenes hombres y mujeres bellos todos como la mayoría de los italianos. Y para la guinda de la torta, como diría mi prima Alejandra, cantaba como los dioses.
Ese día conversamos un poco, logré saber que era psicólogo, que estaba soltero (yo también) y que adoraba la música (yo también…)Me las arreglé para que me fuera a dejar a mi casa y obviamente lo invité a pasar ofreciéndole un café…
Comenzamos a descubrir tantas cosas que nos acercaban, como la literatura por ejemplo y la música clásica que nos trastornaba por igual. Desde entonces me sentí la mujer más dichosa del mundo saliendo con él, a exposiciones, a conciertos, al cine, a la ópera en la Scala de Milán, pero también conocí con él lugares bohemios como la Via Brera, etc. Comenzamos una intensa relación amorosa. Me encantaba su espalda cuando hacíamos el amor, el color y la suavidad de su piel me atraía mucho, su sensibilidad, su delicadeza eran mi complemento, no había conocido antes un hombre con esas características, nunca había sido tan feliz.
Después de algunos meses hicimos planes para irnos a París durante las vacaciones de agosto, compramos los boletos, todo estaba en orden hasta el momento.
Renato trabajaba en una empresa de gobierno como psicólogo laboral, yo en una Clínica Psiquiátrica, por lo que ambos teníamos horarios parecidos.
Faltaban unos días para nuestras vacaciones y decidí comprar algunas cosas que me hacía falta, Renato no me pudo acompañar porque había llegado un amigo suyo del extranjero a quién quería saludar. Ese dia no nos vimos y creo que fue el primero en esa vorágine en la que nos vimos sumergidos.
Al día siguiente no se presentó en la Clínica como hacía todos los días para irme a buscar, le llamé por teléfono pero no respondió. En fin, me dije, estará ocupado, ya me llamará. Pero no me llamó tampoco al dia siguiente, pasaron varios días en que yo le busqué y no le encontré en ninguna parte.
Faltaba poco para nuestra partida a París, para disfrutar de las tan anheladas vacaciones y su ausencia me trajo un mal presentimiento. Estábamos en Italia, las mujeres italianas son bellas, yo no era fea pero distaba mucho de competir con ellas, será que se había enamorado de otra? Esos pensamientos no me dejaban en paz.
Finalmente decidí no moverme frente a su domicilio hasta que llegara, lo que hizo bastante tarde y un poco ebrio, pero no llegó solo. Con él llegaba otro hombre a quién no pude distinguir con claridad desde mi coche. Pensé con qué facilidad los hombres salen a juerga mientras una sufre el alejamiento del ser amado. Bueno pues, entraron en el departamento sin que ninguno de los dos se diera cuenta de mi presencia.
En los meses vividos juntos me había dado una llave que en ese momento no quise ocupar, no sé por qué razón, y toqué el timbre. Lo hice insistentemente varias veces pero nunca me abrieron. Entonces decidí abrir la puerta con mis llaves.
Mejor no lo hubiera hecho, el espectáculo ante mis ojos me derrumbó, mi amado Renato y su acompañante se besaban con una pasión digna de la mejor película italiana. Decir que sentí un gran dolor está lejos de la realidad, creí que me moría de angustia.
Era tanta la emoción que los envolvía que no se dieron cuenta de mi presencia, dí la vuelta y con pasos vacilantes me alejé de allí. Por mis mejillas caían unas torpes lágrimas que enjugué con fastidio.
En ese momento decidí regresar a mi país en lugar de irme sola a París. Las vacaciones se fueron alargando, la cercanía de mi familia ayudó mucho para que pudiese olvidar la terrible experiencia pasada en Milán. Decidí quedarme en Santiago e ingresé a trabajar en una prestigiosa Clínica de Providencia.
Y después de tanto tiempo el destino se encargó de ponerlo nuevamente en mi camino: Renato llegó a Chile con su novio a trabajar en el mismo lugar en donde trabajo yo.
Por fin llegó el posible comprador del Roll Royce, me dará pena deshacerme del coche pero ese dinero me dará un pasaje que me llevará al fin del mundo.
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