El pequeño titán que vive en mí lleva un tiempo torturándome. Cuando creo que puedo seguir escribiendo, vuelve sin contemplación a embestir. Solo seis calmantes en la tira; todos a la boca. Masticar y masticar. Las pastillas solo han aumentado el martirio. Tres de la mañana: no tengo dónde ir. Busco alcohol en la cocina. De la última junta no queda una gota. Se ha convertido en mi elefante blanco. No encuentro solución para este pesar. Desesperado, abro cajones; en uno de ellos, un alicate me llama la atención. Doy vueltas por el pequeño departamento y saco la cabeza por la ventana esperando que el frío adormezca el dolor. La calle vacía: mi suplicio ausente de todos. El pequeño titán sigue latiendo con más tesón, imponiendo nuevos niveles de dolor y angustia. En el baño el espejo revela la cruel realidad. La cara hinchada, deforme: me convierto en el nuevo Gregor Samsa. Abro la boca y lo veo. Sé qué debo hacer: a mi espalda, el cajón aún sigue abierto.
Actualizado: 11 oct 2022