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DEL LIBRO:“PROFUNDAMENTE HUMANAS” de LIDIA MANSILLA VALENZUELA

A FIN DE QUE


Grises como la vida

como las interminables

cargas de cartón

germinan sus semillas

dejadas al azahar

caminan a ciegas

por encontrar pan.


Oscuras gaviotas

jugando en invierno

río arriba,

cargados sus buches

arriban a sus calles

con las bolsas del Santa Isabel

en la mesa solidaria

de la que aprendió a poder.


Negras como la tarde

anunciando la lluvia ácida,

como nublados.

Renuncian a sus pasiones

dejan sus calenturientas sienes

en la última copucha farandulera.



APRENDIENDO A SER ABRIGO



He abierto las puertas del alma

para ver pasar a mis hermanas

dejar entre renglones sus cánticos

y sus danzas adolescentes


He abrigado mis manos

para no olvidar cubrir las suyas

cuando el hambre

golpee su cocina

para no relegar su sonrisa incompleta

cuando levanto una oración al cielo.


No debemos quedar

desprovistas de amistad

en estos días

no, nos quedemos sin frutos

y mieles, sueño.


He abierto mis ojos para retener

los instantes primeros del verano,

ver como las gaviotas surcan el puerto

con sueños que tiemblan

y no se vuelven realidad.


No puedo callar

hay excesivas puertas violadas

No sé qué decir

No sé cómo enhebrar palabras

para gritar su dolor

y los verbos cruzan fracturados

los laberintos del alma.

La ciudad crece infinita

crece con sus desgracias,

con sus muertos,

sus domésticos, sus infiernos

y su esencia rota.


Hoy me siento

deshabitada de amor

en esta madrugada

en este aguzar los sentidos

donde mi hermana muere

en manos de un traidor.



TACTILES


Quería captar con los dedos

apiñar en mi mano

el aroma de la tierra

porque es medicina

en las noches de soledad.


Volver al tacto de la niñez

explorador de los primitivos sentidos.


Esta soledad táctil

no necesita metáforas

para expresarse

sólo un golpe de su dedo

es el tambor

que descarga sonidos

y los desacuerdos comienzan.


Las miradas y las resonancias

son malos testigos

si tienes un alma que busca

¡donde están!



MEMORIA COLECTIVA


Desde los ojos

salgo a recorrer

las miradas son guadañas

sobre la tierra habitada

de torpes y

fatigadas aspiraciones.


Desde ellos

razono

lo que acontece

aguanto

para dar una ojeada más

y socavar

calladamente

el horizonte,

para empezar a creer

en horas mejores.


Desde

ellos hablo

alimento la piel,

aprendo

de la tuya arañada

bebo el aire

y me digo:

con las palabras

voy hacia a la vida,

le detallo mi esperanza.


No sé si grito o reniego

las razones

de este tiempo oscuro

de este instante impuesto

a callar lo vivido.


y lentamente

desde este origen próximo

e inseguro

acostumbro a gritar, escupir

la impalpable

decisión de la memoria



CECILIA


¿Cómo hablar de sentidos cegados

del mejor poema por realizar

un vientre

donde la rima perfecta correría

más tarde por las praderas de la patria.


¿Cómo hablar del tesoro más valioso

de la sonrisa más perfecta

que verían sus ojos?

Poseía la luz,

se aprestaban sus manos

a tomar la divinidad

el cuerpo perfecto del hijo por nacer.


Ella era un mar en calma

el sosiego,

los pechos preparándose

amamantar.

Una abuela todavía espera

ver crecer las manitos

para más tarde abrazar.


“dicen que eras bajita

de grandes ojos sonrientes”



GLORIA


No sé por qué

el sol de septiembre

siempre llama mi atención

será porque Gloria

ya no riega su jardín.


Admiro los cipreses

que traen su figura alta y delgada

y quiero indagar el por qué

de su evaporación.


En los senderos aledaños

de los camposantos

busco alguna lápida

señale su nombre

pero no aparece,

se fue con los palotes

que la desaparecieron.


Madura y serena de seguro

es un ángel de la guarda,

protegiendo sus retoños

impone respeto y silencio

cuidando que duerman en paz.


MARGARITA


No hay árbol que crezca tanto

como el amor de hermanos

y tan derecho hacia arriba

como cuando se ven los dibujos

de la niñez de Margarita


Parece que están diciendo

la vida continua y la patria espera

y en lo alto una mano cálida

escribe cuentos para llenar

el vacío de las manos de una madre.


Aun en la retina las tazas servidas

y la mamadera sin tomar

despiden la sonrisa

en las puestas de sol,

donde duermen

en noches de luna clara,

los recuerdos de los días oscuros

y estáticos cual si fueran estatuas.


Ni la respiración agita los árboles

de lo tupidos que están

en la desmemoria de la justicia.


JACQUELINE


Temuco no vio caminar tu herencia

tus caderas generosas de vida

no volvieron a surcar

las lluvias de la frontera.


Poseedora de un reino

donde la alegría era espontánea

llegabas

sin saber por qué ni dónde

todo cambiaba.


Todos los árboles lloran

aún en el recuerdo de lo ocurrido

todos los montes

de risa contagiosa la consumió

la noche negra.

.

Puede que un día

tengamos un camino sin silencios

y no haya pañuelos en el mundo

para ir enjugando lamentos.


Las reflexiones que hubo hasta ahora

han sido pasaje largo y sin término

cómo pedir a los que gobiernan

¿Dónde están los nuestros?




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