MARCELA OLIVARES VALDÉS
- entre parentesis
- 8 may
- 3 Min. de lectura
Escritora - Terapeuta Actualmente vive en la Herradura, Coquimbo, ha escrito varias novelas entre ellas: Noches de Tormenta, Hola Soy Frankie, Los Espíritus del Faro, Cuentos Infantiles

EL VAIVEN DE LAS MAREAS
Corrí cuesta abajo, por el camino que me llevaba aquel lugar de mi infancia, las hortensias están florecidas y aun mojadas de la noche anterior.
El tiempo cambiará repentinamente, hace frio mis manos congeladas es el mes de agosto yo sabía qué en cualquier instante comenzaría una fuerte tormenta, ese había sido el pronóstico de esta mañana por la radio.
Mi corazón seguía quebrantado por tu partida, desorientada solo quería correr, llegar hasta dónde el mar tiene preso mis recuerdos, ahí precipitada al borde del acantilado me encuentro, el viento golpea mi cara fuertemente, mientras trato de contar las aves que van emigrando, los sonidos interrumpen mi llanto entre brotes apasionados por querer pertenecer a ti por siempre.
No quiero estar dormida, prefiero escuchar el vaivén de las mareas, entre gritos y reclamos
lánzate ¡¡ lánzate ¡¡ mujer de agua ¿aun sigues extraviada? Yo me pregunté.
Dejaré mi castigo se vaya con las mareas, y la bruma la tome con sus manos, que me devuelva lo que es mío, aunque que sé que estamos anclados a los recuerdos, siempre serás una gota de agua en este inmenso mar.
Fue ahí en ese momento que escuché la voz, era suave armoniosa, llegaba tan dentro de mi corazón, que solo debía escuchar, eres mujer de misterios eternos¡¡ eres luna brillando, golpeas dando destellos en la herida ¡¡¡ en tu pasar reflejas lo que un día fuiste ¡¡ eres calma cuando aún estás dormida ¡¡¡ pero te vuelves tormenta desatada mirando la mar¡¡¡ El mensaje ya estaba dado, sequé mis lágrimas, y traté de llegar hasta la orilla, con cada paso me sentía mejor después de haber escuchado mi propia voz, era mi maestra, era luz que me faltaba para volver a confiar de nuevo en mí, nací mujer, mi cantar es de sirena, volveré algún día al mar, donde renacen mis alegrías, estaban perdidas y vuelvan mis esperanzas.
LA ISLA DESOLADA DE LAS MUJERES.
EL agua fresca espumosa golpeaba las rocas, a simple vista la isla estaba
desolada, como
las brumas que venían entrando golpeando todo lo que encontraba a su paso, yo en medio de eso veía unas pequeñas hadas diminutas que jugueteaban a mi alrededor, sus colores eran translucidas brillantes y perfectas.
Era relajante el momento, vibraba con solo escuchar el sonido del agua entrando ahí, a ese puente hermosamente viejo por los años, se abría un lugar, se volvía mágico al escuchar las aves gritar su cantar era extraño.
Una corriente de conexión alegraba mi corazón, recorría mis huesos alimentaba mi espíritu libre y salvaje cansado por mis años.
Llegué a la cima más alta que pude divisar, desde ahí veía aquella grandiosa y perfecta mar endurecida a la vez, serena llena de milagros era Jemanjá, la Diosa de las mareas rodeada de mujeres, sus cabelleras eran blancas todas juntas al viento miraban al horizonte.
Al ver sus manos, ellas me guiaban a un lugar más alto, me empecé a elevar y mis pies no rosaban el agua, desde ahí vi cómo se alzaban las olas altas, poderosas, estando en aquel lugar no existía el miedo, Todo y todos tenían espíritu, lamentos y llantos de las mujeres tristes, que dejarían caer en un mejor y misterioso lugar, este era la salvación de todas.
Recorrí el lugar, la niebla me llamaba fue tan real, mis cabellos eran blancos llevaba chipas de sal, qué guardaré hasta volver algún día, donde se alzan los misterios de todas las mujeres heridas.
SOL DE OTOÑO
En mis desolados días de otoño, un rayo de sol me quiere saludar, me cubre de hojas
amarillentas que caen sobre mí, miles de sentimientos de esperanzas, mientras me
vestiré de alegría.
El sendero lluvioso me pide que regrese rodeada de flores perdidas y yo, descalza camino
hacia un lugar donde alguien espera por mí, me encuentro bailando en las sombras.
Las gotas cristalinas de las hojas rozan mi pasar, mientras el viento reclama
fuertemente,
Tus labios susurran sentimientos ocultos, el alma rojiza intensa los colores anuncian la
llegada
Mas fría de mí, me perdona como cada vez que te pronuncio perpetuamente. Tu caminaste lejos de estaciones y kilómetros de dulzura y penas, llegaste lejos y sin
mirar atrás.
Entre sombras y soledades, tus labios ardientes mueren una y otra vez, se volvieron
Pálidos y desnudos reclamando un perpetuo reencuentro otoñal entre tú y yo.

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